Contribución de la academia a la democracia y la paz del país

Autores/as

  • José María Maya Mejía Universidad CES

Resumen

El país vive momentos de expectativa e incertidumbre generados por el deseo de una paz duradera en todo el territorio nacional, generada por la firma de acuerdos y el desarrollo de proyectos y programas que permitan materializar la reconciliación nacional a partir de la justicia y la verdad, a la vez que de cambios en el modelo socio económico que conduzcan a una mayor equidad.

 

Surge entonces en el entorno universitario la pregunta por el compromiso de la universidad con la paz y la democracia y la inquietud por el cómo podemos contribuir desde la academia a su afianzamiento. Trataré de esbozar algunas ideas al respecto.

Uno de los valores que la Universidad generalmente acepta en nuestra sociedad, es la defensa de la democracia, como forma racional de organización de una comunidad para la búsqueda del bienestar colectivo.  La mayor contribución de la academia a la democracia, corresponde al desarrollo de la posibilidad y la capacidad para llegar a acuerdos sobre bases racionales.  Es la racionalidad uno de los distintivos de su quehacer y a la vez, uno de los elementos más ausentes de la vida nacional, del conflicto que vivimos y del desarrollo de nuestra precaria democracia.  Si la Universidad enfatiza este aspecto en la formación de la comunidad universitaria estará contribuyendo al desarrollo de la democracia.  Más aún, la institución estará en capacidad de colaborar (siempre parcialmente y en los terrenos que le son específicos, como son el saber y la organización racional de la acción) en los procesos de cambio, diálogo y pacto social, únicamente si concentra su esfuerzo en asegurar un cumplimiento con altura de su deber fundamental: contribuir a la formación del ser humano para la vida, la ciencia y la cultura y promover niveles cada vez más altos de humanidad en el diario vivir.

 

En Grecia, la idea de democracia estuvo completamente ligada a la idea de LOGOS o sea al ejercicio de la palabra racional en el ágora, una plaza central donde la gente podía discutir y disentir plegándose, no a la ciega confrontación de intereses particulares, sino a la fuerza de argumentos racionales más contundentes.  Sin este privilegio de la discusión racional no hay democracia en su sentido original. Lo esencial de la democracia no es pues el voto, no es la mayoría, es la fuerza obligante del razonamiento.

 

Para contribuir a una democracia real verdaderamente participativa, es necesario formar al ciudadano para que se sienta vinculado, se considere obligado por exigencias de racionalidad. Y esta realidad debe vivirse desde la Universidad. En la ausencia de este vínculo de práctica, incluso la universidad como organización, se vuelve irremediablemente caótica: por un lado todo se puede discutir, pero por otro, a la hora de buscar argumentos afirmativos, fácilmente puede suceder, que nadie resulte sensible a la fuerza de la argumentación.  En nuestro contexto y en nuestras organizaciones, es frecuente que nos apropiemos de una sola de las caras de la cultura académica: su poder de distanciamiento, su capacidad de poner todo en cuestión, pero nos olvidamos de la otra, la del acuerdo laboriosamente alcanzado, la del acuerdo que obliga, aunque implique una limitación de intereses particulares a quienes han llegado a él.

 

Una formación seria en la cultura académica significa necesariamente cambiar cosas: apertura a la crítica, al cuestionamiento, pero también compromiso con el proceso de argumentación y con los acuerdos en que este proceso va desembocando.  Si esto se da al interior de la Universidad y genera cultura en sus miembros, la organización universitaria le estaría prestando un buen servicio a la democracia y  a la paz. Si formamos para la crítica pero también para el acuerdo y el trabajo colectivo estaremos haciendo un proceso formativo de calidad al servicio de la sociedad.

 

La sociedad postmoderna es una sociedad caracterizada por el pluralismo, la secularización y la presión participativa de la llamada sociedad civil.  En este contexto, la universidad debe promover, como apoyo a la construcción de sociedad, una enseñanza y una práctica de una ética civil, que congregue a extraños morales en tono a acuerdos mínimos sobre bases racionales.  No es posible desde una institución académica, promover visiones particulares de la moral, que aumenten la división en la sociedad y nos impidan construir comunidad.  La defensa, interiorización, vivencia y apoyo a los principios éticos básicos de respeto por la autonomía (principio de permiso), no maleficencia, beneficencia y justicia, deben ser hilo conductor de la vida universitaria y la formación en ellos, una importante contribución universitaria a la paz. Esto es más evidente, en una sociedad como la nuestra, que no ha podido siguiera ponerse de acuerdo en el respeto al derecho internacional humanitario, que es lo mínimo en una ética civil.

 

La cultura académica puede igualmente dar un buen aporte en la formación de una sana relación con una disciplina científica, una cosmovisión o un proyecto político o social.  La formación universitaria de calidad exige, por un lado, adherir intensamente al paradigma vigente en la disciplina, pero al mismo tiempo, adoptar una distancia critica, que no le permita convergir aquello en dogma generando posiciones fundamentalistas nocivas.

 

Una verdadera universidad en su proceso de crecimiento y consolidación debe aprender a convivir con un alto nivel de reflexión crítica y cuestionamiento de toda su actividad, pero igualmente debe aprender a lograr el alineamiento de toda su comunidad académica en torno a unos valores institucionales, a un ideal educativo y a una visión compartida de carácter general. La cultura universitaria deberá consolidarse como una cultura reflexiva, analítica y capaz de congregar en torno a acuerdos colectivos a todos sus miembros. De esta forma lograremos formar no solo buenos profesionales sino ciudadanos éticos y racionales en su actuar que puedan contribuir a una sociedad más pacífica, equitativa y democrática.

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Biografía del autor/a

José María Maya Mejía, Universidad CES

Rector Universidad CES

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Publicado

2015-12-17

Cómo citar

1.
Maya Mejía JM. Contribución de la academia a la democracia y la paz del país. CES odontol. [Internet]. 17 de diciembre de 2015 [citado 29 de marzo de 2024];28(2):7-8. Disponible en: https://revistas.ces.edu.co/index.php/odontologia/article/view/3674

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